Como muchos de vosotros, antes de lanzarme a la aventura tenía un trabajo, y no uno cualquiera. En mis últimos días en aquel edificio de oficinas de la antigua normalidad, estuve compartiendo mi proyecto con mis compañeros. Durante un café matutino, una compañera me preguntó, ¿Sabes cuánto impacto genera las decisiones de cada uno de nosotros? ¿Cuánto recurso gastarás a lo largo de tu viaje? ¿Qué impacto tendrá tu viaje sobre los recursos del planeta?
Me quede mirando el techo durante un momento y respondí: «No tengo las respuestas adecuado a tus preguntas»
A partir de ese momento, tuve claro que parte de mi viaje tendrá por objetivo concienciar a mí y a todos vosotros sobre el impacto de nuestros hábitos de vida.
Desde pequeño, me han enseñado las 3Rs (Reduce, Reutiliza y Recicla), que los plásticos contaminan y el agua es un recurso escaso.
Estoy seguro que estaréis de acuerdo en los puntos anteriores. Sin embargo, sigo pidiendo bolsas a la cajera del supermercado; a veces, pierdo la noción del tiempo en la duchas sin saber el agua que consumo; ante la duda tiro sobras de comida a la basura y por darme pereza, he tirado envoltorios de plástico y cartón al contenedor amarillo gris.
Me raspa la conciencia pensar que creía que era un urbanitas responsable. Pero después de reflexionar algunos de mis comportamientos, me he dado cuenta que no lo soy.
Más que nunca siento la necesidad de profundizar en los valores constructivos y destructivos de mis hábitos de vida. Quiero ser consciente del impacto que genero, pues esto me ayudará a gestionar mi consumo, que afecta directamente sobre los recursos disponibles de nuestro planeta.
Hay muchas cosas que se puede hacer a nivel personal. Está en nuestras manos el poder de cambiar.