Empecé a pensar en este viaje en verano del 2020, en ese momento en mi cabeza tenía muy buena pinta. Ha pasado casi un año desde entonces. Este momento escribiendo este post sentado en una cama de un hostal de Venecia, las cosas se ven de otra manera. El proyecto ha sufrido vaivenes, como una montaña rusa, por el covid o porque me veía incapaz de hacerlo. Sea como fuere, estoy aquí. Llevo un mes y dos mil kilómetros en mis piernas después de cruzar España, Francia y actualmente en Italia. Aún queda un largo camino hasta mi destino, China. Me siento lleno de energía y ganas por lo que me depara el futuro del viaje. Y lo más importante, empiezo a aprender a ganarle partidas a mi mente.
Las sorpresas del camino
Estuve meses y meses preparando el viaje a nivel material y mental. Muchas cosas que meter en mis alforjas y otras tantas más en mi cabeza para afrontar un reto de esta envergadura. El viaje de mi vida, he empezado a titularlo últimamente, pues a pesar de la preparación, el camino me ha regalado sorpresas y no me ha dejado de sorprender en este primer mes pedaleando.
Sigo aprendiendo. Cosas que mejorar
Todo lo que he aprendido de las personas que he conocido forman un conjunto de valores intangible que me llevo conmigo. La experiencia es tan intensa que a veces me cuesta procesar todo lo que ocurre y necesito días y días de reflexión para digerir lo ocurrido. Hay dos cosas que diría que me cuestan mucho y debo de mejorar:
1) El autocontrol de la mente. Me he visto muchas veces físicamente en perfectas condiciones pero algo dentro de mí me decía que no quería seguir viajando y no paraba de empujarme hacia atrás, hacia el sofá de mi casa. La lucha mental que a veces es constante y se manifiesta de manera muy notoria en el día a día que es muy difícil de vencer. Al menos en este primer mes de viaje he aprendido a identificarlo, y así poder empezar a aprender a controlarlo, o eso espero. Es una habilidad imprescindible para seguir hacia adelante.
2) Las expectativas de los planes que me hago en la cabeza. Muchas veces, hago planes que luego no salen como quiero y me frustro mucho y mi cabeza me lleva al punto 1). Estoy empezando a entender y aprender que debo dejar que el camino y el viaje hagan los planes por mí y dejarme llevar por ellos para que me sorprendan (para bien y para mal). Por otro lado, es importante no marcar expectativas muy altas que me auto-exigen a lograr ciertos objetivos que a veces no se logran convirtiéndose en una decepción. Esto me hunde emocionalmente y me empuja hacia el sofá de casa.
Lo que pienso que vendrá
En los próximo días, dejaré Italia para adentrarme en la península balcánica, empieza un nuevo capítulo del viaje, donde abandono la Europa conocida y acomodada para adentrarme zonas con culturas diversas y a veces con situaciones políticas económicas y sociales muy diferentes. Empieza lo desconocido para mí, los países donde nunca he estado y pasaré por zonas que no tengo ni idea de lo que ocurrirá. Puede que las cosas continúen sorprendiéndome para bien o incluso para mal, lo que sí haré es no marcar expectativas sobre lo que ocurrirá y dejar que el camino me vaya forjando como aventurero.
La conclusión de este primer mes
Prácticamente todo lo que me ha ocurrido, no me lo esperaba para nada. Incluso me está cambiando la manera de pensar. Mucha gente que he conocido me ha servido de inspiración para seguir moviéndome hacia adelante con mi viaje y mi vida. Pienso que es un regalo a la vida el pedalear, conocer gente e historias por el camino. A pesar de todo, creo que una de las cosas más duras de este viaje será vencer a mi mente para seguir pedaleando hacia adelante. Desde luego es algo que a veces no se soluciona con dos días de descanso, como sucede con el físico.